lunes, 5 de marzo de 2012

Lluvia


La lluvia es un lugar donde la angustia se decanta, la lluvia trae todo eso que a la gente le da miedo. Capaz el factor oscuridad hace que se nos nublen los pensamientos y no los reconozcámos, o veamos una cara de ellos que no conocíamos (ni queremos conocer). Una amenaza interna que desestabiliza más que la externa porque no la podemos controlar ni tampoco alejar. Está ahí dentro, revoloteando contenta y esperando salir para causar tal vez el peor de los caos. Las sombras, la inseguridad y la soledad van haciendo que todo se ponga tétrico, no queremos estar más en la lluvia. El miedo acecha buscando presas porque sabe que hay blancos fáciles, propensos a caer en sus garras. Esas garras te toman y no te sueltan, la forma de sacártelas de encima en convencerte de que no existe tal miedo y así  se deciden a soltarte de a poco, es como si se desvanecieran. La lluvia llega a todos lados porque el agua se escurre en cada recoveco que existe en este mundo. La lluvia también limpia, lava la cara de la ciudad para que mañana capaz sea otra. Otra ciudad que se llene de historias, de ruidos y olores. Esas ciudades extrasensoriales, con vida propia y con venas rebosantes de historias deambulantes, de traje, de entrecasa o de gala. Ciudades que las llamamos del mundo, porque todos desembarcan alguna vez aquí y se mezclan o fusionan con la maquinaria cultural que funciona. Hacen de engranaje, hacen de motor pero al final sirven. Culturas, comidas, costumbres o vestimentas se hacen conocer, gustan o no pero están entre nosotros y entre ellos. Eso es la lluvia, una parte y el todo de un algo que todavía no sabemos explicar. Eso es la lluvia, la parte más oscura y la cara más limpia de una realidad que estamos aprendiendo a mirar.

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