viernes, 2 de julio de 2010

Sobre taxistas hay algo escrito

Descubrí que hay diferentes tipos de tacheros (no despectivo eh!), seguramente todos los notaron, pero es una cosa que me intriga. Digo, pertenecen todos al mismo gremio y hacen el mismo laburo, pero cada uno le pone su toque personal, su estilo. Lo más increíble es cuando podes ver la combinación discurso, ruidos, ropa, peinado, decoración interior del auto y hasta la forma de abordarte cuando subís al que será tu carruaje temporario. A ver, a ver...tenemos:

Taxista clásico: Te recibe con un saludo acorde al momento del día Buenos días, buenas tardes o buenas noches. Le decís la dirección y ya se hace el croquis mental de por donde va a agarrar, no pregunta calles, no es dubitativo a la hora de doblar ni se fija la dirección para la que van los coches. Es conocedor de otros barrios además de Palermo, Caballito y el Centro. Habla lo suficiente, lo justo y sabe que si uno se pone monosilábico es porque la conversación muere ahí. Nunca, pero nunca pregunta si vas a laburar, si vas a tu casa o si te gusta la pastafrola. Si hablás un poco de más con ellos, siempre son temas que no tocan lo personal en profundidad, no sacan conjeturas antes de que vos digas algo para no meter la pata y tratan de no hacer chistes porque saben que son propensos a cagarla. Es pecado si le falta la nafta y cobra lo que realmente el viaje merece y no te pasea por la ciudad. Además, el cambio es sagrado y no intenta quitarte las monedas. Por suerte, no usan decorados letales para la vista ni luces de neón, su ropa siempre es de taxista clásico, su auto huele a pino o algún aromatizante. Está todo en condiciones ya que él es el dueño del auto y lo cuida como si fuera Herbie. Saben las leyes de la calle porque cuando los parás, te son fieles y no dejan subir a otro que le hace señas después.

Taxista cuasi-moderno: Te recibe con música punchi y te pregunta tres veces la dirección porque no te escuchó. Lográs decirle la dirección y se pone a pensar qué calles tomar, vos pensás: sabe que David Guetta sacó un tema nuevo pero no sabe donde queda la 9 de Julio. Su carta de presentación consiste en pelo paradito con gel, reflejos o un corte raro que no le queda, remeras de Creamfields o con estampados llamativos del eleven. El auto se decora con las luces de neón, que no te dejan ver bien en la oscuridad, tanto por fuera como por dentro. Cuando el coche anda de noche, esas luces violetas sobre el asfalto lo hacen ver como una nave espacial. Los lentes de sol que los usa hasta de noche sirven para hacer un intento de pibe fiestero. Se maneja como si estuviera solo y cree que la música lo habilita a poner cara de pija. Utiliza en exceso el espejito retrovisor para mirarse y auto-tirarse facha per cuando abre la boca es un hombre de neandertal.

Taxista metido: No sabe a donde te lleva ni cuanto va a tardar pero está empecinado en saber todo de tu vida. Quiere que la conversación llegue a un nivel impensado en el que le reveles secretos o lo ayudes a él a llevar sus problemas. Te hace parte de su familia y ya en un viaje de 15 minutos te transformaste en el sobrino preferido, y pretende seguir en contacto. Toca temas que rompen tabúes y hasta pueden llegar a ofenderse si tus contestaciones no ayudan a su misión de conseguir información confidencial. Seguramente se ponga verborragico si acabó de tener algún temita con la esposa o con el hijo que no le va bien en el colegio. Espera atento a un consejo tuyo y hace que tus palabras te vuelvan un verdadero esclavo, te embrolla en un laberinto de quilombos y después terminás discutiendo y pagando 40 mangos por ir hasta la esquina. ¡Claro! Entre tanta charleta, te conociste todos los barrios porteños. Suelen ser muy inseguros y lo que vos digas pasa a ser su discurso, como si lo hubieran dicho ellos. Piensan que hay una obligación de contarle las cosas y son recolectores de anécdotas de otros pasajeros, pensando que a vos te interesan.

Taxista callado: Podés llegar a creer por un momento que es el mejor pero el taxista callado siempre te da la impresión de que trama algo o que acabás de entrar en un operativo de secuestro extorsivo. Subís y decís la calle, y por la cara supones que todo bien, que sabe a dónde vamos. No habla, no escucha radio, no emite sonido y casi no respira. El movimiento de manos y pies es el único que te hace saber que está vivo y te quedás tranquilo, hasta ahí. Siempre lo mirás un poquito de reojo para tantear lo que está haciendo y si no se durmió o algo, nunca se sabe. Le garpas automáticamente porque mirás el reloj, ya que no te dice ni cuánto es. No se queja, es como un gauchito del transporte.

Taxista tumbero: Subís, decís la dirección y te das cuenta que el que no quiere que le hable es él. Clava acelerador y te lleva por las calles porteñas como si se tratara de una salidera bancaria. Pasa semáforos en rojo e intenta quedar en complicidad con vos, es como si vos estuvieras apurado en realidad. Su aspecto da miedo, suelen ser grandotes, tatuajes y pelo cortito. Son de pocas palabras y cuando te miran parece que te tuvieran entre ceja y ceja. El celular les suena, atienden, dicen un par de apodos, balbucean y cortan. Vos creés que hablan en código y que de repente, entrás en esas pelis de persecución donde él te da un arma diciéndote: “Vos tirale a los del lado derecho, yo les tiro a los del izquierdo” y vos preguntas, obviamente: “¿¡Y QUIÉN MANEJA!?”. Te cobran y tratan de regatearte unos centavos más, digo, te trajo muy rápido y te hizo vivir la aventura de tu vida.

Taxista de interés general: Ya desde que subís, es como si estuvieras en un programa de preguntas y respuestas, onda periodístico. Él te pide dirección y ahí empieza el programa. El taxista hace de conductor y da opiniones, a vos te trata como invitado. Pasás por el clima, la política, la seguridad, salud, internacionales, farándula y llegás a tu destino. Aunque suelen ser muy entradores y simpáticos, terminan cayendo pesado (sobretodo cuando vos te tomaste el taxi porque estás llegando tarde a algún lado). Suelen ofrecer caramelos y tener una pila de diarios en el asiento del acompañante, sin contar todos los chiches que va a tener colgando por ahí.

Claro está que esto es una exageración de los diferentes tipos de taxistas, me quedan un par por describir y seguramente más de una vez vieron tipos de taxistas combinados (armas mortales al volante). ¿Y tus taxistas, cómo son?

3 comentarios:

ASH dijo...

Odio los que hablan demasiado, generalmente porqe no tengo ganas, pero posta qe si no hablan nada te da desconfianza. Igual soy chica de remis, con los taxistas no tengo mucha cancha jaja :P
A padre un día le tocó uno patriótico, le habló todo el viaje de una especie de conspiración, del bicentenario, San Martín, Mitre y no se cuanta otra cosa más.

Anónimo dijo...

SIEMPRE que me subí a un taxi con mi mamá, hablaron de más y mi mamá contestó a todo con monosílabos, pero no entienden nunca. A veces me daba un toque de pena.
Lo que más me molesta es cuando escuchan música berretísima y no saben ni dónde queda plaza de mayo. Me enferma.
De todas formas, cuando son del tipo Taxista Callado, siento que voy a ser violada y me van a meter una pistola por la nariz en cualquier momento. Por lo general soy muy paranoica.
Un beso, Tom. Más que divertido de leer este post.

Anónimo dijo...

Actualiza, people need you.