domingo, 26 de febrero de 2012

Estar aburrido no es aburrido.

Estar aburrido es de esos estados que se vuelven viciosos. Es un ciclo de cosas aburridas que termina en nada. Sin embargo, lo que disfruto de estar aburrido es que me permite hacer cosas que no haría un día común abarrotado de tareas. Es hacer algo por el simple hecho de que no hay nada "importante" que hacer. Entonces, capaz buscás cómo hacer un batido en Internet. Lo hacés, queda horrible y lo tirás. Pero no te importa. No importa porque intentaste hacer algo con esos minutos que se van muriendo mientras vos te aburrís. Tranformás una caminata por el barrio en una expedición por la jungla urbana que no conocías, encontrás una casa que vende boludeces o un quiosco que nunca te habías detenido a mirar el cartel con el que promocionan algún pancho o pebete especial (tan especial que en la otra cuadra sirven el mismo). Lo aburrido hace que lo normal se vuelva especial. Jugar con una pelota, tirar de una soga, mirar por una ventana o escribir canciones que te gustan en un papel. Otra cosa que suelo hacer es agarrar un papel en blanco y un marcador negro grueso, dibujar un chiste gráfico, hacer un garabato, personificar a alguien que conozco, poner un tema de una canción y un dibujo alusivo, pensar en voz alta, escribir, dejar de escribir, hacer puntos y comas sin palabras. Hacer algo es lo peor que le podés hacer al aburrimiento, hacer algo que después termine disparando algo en serio. Comenzar una novela, escribir un guión, buscar un trabajo, armar un proyecto para irte a vivir solo, pensar la letra de una canción, redecorar algo de tu cuarto, encontrar una combinación nueva de ropa o simplemente, haber reinventado un pedazo de tu ser.

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